
Vivía en una casa a medio construir: un amplio living , dos dormitorios y un baño. En realidad casi terminada. Faltaban detalles, el piso de cemento era fresco en verano y tambièn en invierno. En esos casos, para pintar, se envolvía en una frazada a cuadros y allí estaba, alto y panzón, trazando una línea sobre la tela, la mirada fija perdida en alguna imagen , que había soñado o creído ver en algún lugar de su vida. Ya andaba por los sesenta en esa época y cuando empezaba algo hasta que no lo terminara no podía dejarlo. No podía parar. Era como una fábrica. Cuando pintaba sólo se permitía una botella de agua y mucha música, preferentemente Musorgsky, Boris Gudonovv ó Schubert, especialmente "la grande". En ese caso ,podía permanecer días enteros y al anochecer se iba a dormir temprano, luego de comer un pollo con arroz o algún pescado.
Así las imágenes iban surgiendo de su pincel, paisajes con cielos desmesurados, rostros de campesinos dibujados con prisa, brujas revolviendo una olla, lunas con cielos rojos o azules extractados de sus valles interiores.
Cuando se quedaba vacío o quizá demasiado cansado, se sacaba el overoll y festejaba bebiendo hasta tarde, días y días. Pero siempre en su casa, como si temiera que en alguna distracción, esos seres y cosas se liberaran, y volvieran a su origen. Así fue su vida. Un día me dijo "churchil ya no tengo más ganas" frente a un dibujo maravilloso: se trataba de un hombre apoyado sobre una mesa y una copa a su lado como si lo envolviera un remolino. El trazo era simple y denso. En ese dibujo parecía estar aquella verdad que él sólo conocía.Con letra clara a modo de ilustración había escrito:"aparta de mi este cáliz".
Ese era mi viejo.
Así las imágenes iban surgiendo de su pincel, paisajes con cielos desmesurados, rostros de campesinos dibujados con prisa, brujas revolviendo una olla, lunas con cielos rojos o azules extractados de sus valles interiores.
Cuando se quedaba vacío o quizá demasiado cansado, se sacaba el overoll y festejaba bebiendo hasta tarde, días y días. Pero siempre en su casa, como si temiera que en alguna distracción, esos seres y cosas se liberaran, y volvieran a su origen. Así fue su vida. Un día me dijo "churchil ya no tengo más ganas" frente a un dibujo maravilloso: se trataba de un hombre apoyado sobre una mesa y una copa a su lado como si lo envolviera un remolino. El trazo era simple y denso. En ese dibujo parecía estar aquella verdad que él sólo conocía.Con letra clara a modo de ilustración había escrito:"aparta de mi este cáliz".
Ese era mi viejo.
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