lunes, 28 de abril de 2014

poetas

hay poetas
que saben ocuparse
de lo que sientes
hay que encontrarlos
correr el riesgo
de la indigestión
o de ponerte los zapatos al vesre
pero los hay
no están en los anaqueles
caminan con las manos en los bolsillos
contemplan las vidrieras
aman el fútbol
y se bancan el descenso y el disenso
y viajan en los estribos
solo por gusto
a despeinarse
ven dibujos animados
y revuelven los libros de saldo
donde encuentran
entre las hojas
algunos mensajes
o un boleto capicúa
son poetas seriales
y que los hay los hay
solo es cuestión
de paciencia y vómitos

Demolición

hay demolición
el cartel cuelga
con el nombre
de los verdugos
ha de venir
el golpeteo
y el espanto
de la casa
desguazada
se desparramará
sobre sí
como un vestido
la ciudad
habrá perdido
un poco de esencia
y el futuro
será el vacío
el agujero negro
donde se instalará
el rascacielos
las almas
ya se fueron
el humo de la pared
los pisos de pinotea
los aniversarios
los balcones
y las gárgolas
con su triste mueca
ya no estarán más
y algún habitante
recordará
sus balcones
y el tranvía
los zaguanes
y su hondura
de luces apagadas
pero qué importa
si sobre la tierra
se elevará un rascacielos
donde los hombres
reemplazarán
a los murciélagos.

lunes, 14 de abril de 2014

Así me fue

Cuando dejo de escribir y vivo me pregunto porqué tengo que obligarme si está la vida esperándome con la pelota bajo el brazo. Si afuera están las cosas que no dejan de sorprenderme, la intensidad de la vida. Tal vez tenga algo que escribir que no me sale y viene otra cosa cuando froto la lámpara. Escritura artesanal, huellas digitales que uno tiene que dejar, como aquel mensaje que encierra la botella. Curiosidad del otro la escritura. Ahora que proliferan los mensajes te texto, las escuchas telefónicas. Lea, escuche cuidado con el tren que pasa y te sorprende a mitad de la calle. Así me fué cuando compré un personaje y me vestí de él.

Pausa

una palabra
lleva a otra
mientras la pausa
se extiende
como un océano
de silencio
allí sumergidas
están
las que no dijiste
junto a los sueños
el viento
la soledad
de los peces
contenidos
sin lenguaje
canción
pausa extendida
haciendo
que pase el tiempo

Fantasmas

En la oficina de Barracas se cuenta que hay un fantasma . Está situada en la avenida Montes de Oca al lado de la Iglesia Santa Lucía y antiguamente, se dice, había un depósito de la morgue y alguien se aventura a decir que en la epidemia de la fiebre amarilla los cadáveres esperaban para ser inhumados en la esquina de Martín García, luego de ser identificados en el edificio donde ahora se constituye la oficina.
Quién es el fantasma, nos solemos preguntar, que abre las puertas y que tose a nuestras espaldas en el comedor.
Una noche de estas se presentará a darnos su nombre para que demos cristiana sepultura a sus restos que seguramente vueltos ceniza reposan bajo las alfombras grises entre medio del cablerío subterráneo, las cloacas y las ratas.

Invalidez

Aprovecho mi viaje en el 102 para leer. Me paro frente al primer asiento después de esa especie de jaula que parte en dos al pasaje. Allí está la puerta y el lugar para atar las sillas de rueda que con cierto espíritu condescendiente hacia los inválidos, la Ciudad exige. Buenos Aires está llena de espacios a ocupar para los discapacitados. Baños con inodoros con extraños mecanismos,son obligatorios en los bares, sanatorios, clubes y cualquier lugar que se considere público y habilitado. Ahora observo la mujer que está sentada en el lugar que he de ocupar. Sé que se bajará en tribunales y dejará el asiento a mi merced allí he de sentarme y disfrutar de alguna historia.
No busco inspiración, sólo espero encontrar el texto que llene mi alma. Imagino la lectura de la toráh, el rabino bisbeando a la luz de una vela para que se revele el nombre de Dios. El antiguo marinero leyendo las estrellas constelaciones donde están las cifras del universo. Así viajo leyendo sin percatarme de lo que sucede a mi alrededor a veces interrumpido por un mónologo de celular o una repentina frenada.
Frente mío sentado, hay un hombre de traje azul impecable con las piernas cruzadas y la mirada perdida. Tendrá unos cuarenta años y la calvicie amplía su frente como si por el viento le hubiera arrebatado  una parte del techo, vuelvo al texto, el personaje recibe una amenaza por teléfono, una referencia a un hecho del pasado sobre un hombre que ha asesinado a cierto coleccionista de pinturas, hace unos años. Tom Ripley es un asesino encantador, el amenazado. El texto acontece como la vida, la curiosidad del lector que se interna en la ficción para encontrar una estructura, un rompecabezas que uno arma mientras lee. A veces al autor se apropia de tu alma, no te pertenece y entonces hay que regresar al presente. A la monotonía del viaje, al espacio preparado para la silla de ruedas, a los viejos edificios de la Avenida de Mayo, al bar que pasa por la ventanilla. Al hombre semicalvo que se sienta frente mío. A las rodillas de la mujer flaca y alta que se doblan hacia un lado, finas y largas.
Vuelvo a la lectura, entre mis dedos sigue la historia, Tom recibe esa llamada del pasado y disimula frente a su esposa Heloise una francesa que parece estar en bavia ante su vida secreta. No es nada querida dice ,como aquellos policías que llegan a la noche a la hora de la cena y no quieren hablar del trabajo y se comportan como oficinistas aburridos.
Levanto la mirada, allí continúa el hombre sentado y contemplo que tiene unas medias cortas tan cortas que se le puede ver la carne blanca de sus tobillos. Tan real, como los espacios vacíos de la ciudad que aguardan el uso de los inválidos.