jueves, 27 de mayo de 2010

Un Malentendido


Mi abuelo se sentaba en su sillòn de mimbre por las tardes en una esquina del primer patio. Era verano y una novela de Agatha Cristie se la caìa de las manos. El Marquès de Bradomìn descansaba en su mesa de Luz junto a un libro de poemas de Olavo Vilac. Era un buen escritor, magnìfico poeta y gran señor de la vida austera. Todas las mañanas se levantaba contento y buscaba el significado de sus sueños en su remota infancia.
Mi abuelo contaba junto al fuego historias que nunca escribirìa y a veces, bien entrada la noche, con un vaso de vino escribìa.
Una vez, alguien tocò la puerta.
-No hay nadie, solo un viejo enfermo¡¡¡
El visillo no dejaba ver la figura del hombre del otro lado de la puerta.
-Quiero hablar con el poeta-escuchò
-No hay plata, en esta casa no hay plata....vàyase.
El hombre se retirò.
Volviò al otro dìa a la misma hora y asì pasò el tiempo.
Mi madre a quien mi abuelo ponderaba por su mesura le dijo que lo recibiese.
El hombre no regresò y mi abuelo se empezò a preocupar, acostumbrado a maltratar al visitante.
Una tarde mientras leìa alegremente su novela volviò el hombre..
-Bueno-lo hizo pasar ponderando su paciencia- soy un simple profesor de litaratura y ciencias naturales y no tengo plata para pagar nada, solo vivi del fiado y de la dieta de mis parientes ricos.
El hombre le dijo que venìa a pagarle derechos de autor por El Viento Blanco.
-Pero faltaba màs, dijo mi abuelo, me lo hubiera dicho antes...
Lo invitò a pasar unos dìas y festejaron juntos la buena noticia.

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