lunes, 24 de mayo de 2010

Bicentenario

hoy la avenida nueve de julio no sòlo dejò de ser la màs ancha del mundo , sino el producto de un abismo sòlo imaginable en los hombres. No hay peor cosa que un muro invisible, nadie puede saber de què està construido para derrumbarlo. El Bicentenario nos no nos divide, nos amputa. Para como, cada uno se bifurca. Como serpientes mutiladas por el filo de la disputa los argentinos nos escindimos sin saber cual de nuestras partes es la cabeza o la cola.
Mierda, bicentenario, al decir de Cummnigs " si tu y yo tenemos boca para besar, de què vale que venga uno hijo de puta e invente una màquina para medir el tiempo".
Suprimir la realidad si no nos gusta, es el deseo del Hombre Sin Atributos, gran novela de Robert Musil. Esta obra, prefigura el nazismo, la intolerancia de unos y otros. Ahora, con tristeza, sufro de esta realidad, en la que el mal se apodera, himnotiza, subyuga.
Como en Alicia, falta una silla en la que pueda sentarse la cordura, mientras tanto uno siempre llega tarde donde nunca pasa nada. Dos Argentinas, para mì, por cierto, ninguna.

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