lunes, 5 de abril de 2010

Los Cuerpos


Tiene casi sesenta años, viuda hace mucho de un piloto de la armada. Recién casada y embarazada recibió la noticia, su marido había desaparecido en el mar en un aterrizaje fallido en un portaviones.
-nunca pude verlo- dice, cuando cuenta la historia a algún paciente que la escucha.
Hay un largo tramo de desdicha con el transcurrir del tiempo una agonía que se traduce en el tono de su voz. Son muchos años de intentar comprender un acto tan breve y doloroso. La imagino tratando de configurar un rostro, un cuerpo, una historia que se densifica en un breve espacio de felicidad. El noviazgo con él, el uniforme de gala, un poco como reto al destino. Cada día que pasa entre lágrimas desafiando al olvido.
Su hermano, admirador de su cuñado, también se hizo piloto. Menor que ella, hijos de portugueses trabajadores incansables.
El vuelo diario instruyendo pilotos, su trabajo.
Una tarde de noviembre, viajaba, como siempre desde Quilmes a casa escuchando la radio. Al pasar por Bernal ví una columna de humo en un descampado a unos doscientos metros de la autopista.
No tuve la menor duda de lo que había pasado.
-Al menos pude reconocer su cuerpo - me dijo a la noche llorando cuando me vió.

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