La mujer recorre el barrio con un changuito de supermercado. A veces se sienta en un escalón de entrada y se pone a tejer. LLama la atención verla, siempre maquillada, con su pelo gris abundante y la mirada fija en sus manos regordetas de uñas pintadas.
No parece de la calle sólo uno se imagina que está esperando una visita, incluso a veces habla con un ser invisible, un murmullo casi inaudible como esos que escuchamos cuando estamos solos en casa màs allá de las paredes.
Un ser perdido en la ciudad. A veces la he visto en sueños atravesando la Plaza Vicente López, con su vivienda a cuestas como si flotara en el aire. Cuantos seres nos visitan y habitan nuestros sueños sin que podamos reconocer.
Ahora, por la curiosidad de Marina, mi mujer, la mujer tiene un nombre.
Tota, me cuenta Marina que así se llama. Que lo sabe porque encontró a un taxista llamado Esteban y que le contó su historia.
Compañero de escuela en los cincuenta la volvió a encontrar y la reconoció a pesar del tiempo transcurrido. Hay personas, digo, que con el paso del tiempo, nos recuerdan A veces nos sorprende un "Ya no te acordás de mí?" inesperado que surge de un pelado con anteojos,"soy Esteban, ché no te hagas el gil que nos sentábamos en el mismo banco y éramos vecinos de cuadra"
Ah!!! y cae la ficha.
Bueno eso es lo que pasó con Tota. Era muy buena alumna y cantaba muy lindo. Aparte también iba con ellos Borocotó y Andrés Percivale, el periodista que vive cerca de aquí, me parece que en Santa Fé llegando a Callao.
Y Tota se perdió cuando murieron sus padres , se fué desovillando en la ciudad.
Siempre nos llamó la atención, tan remilgada con sus cabellos de lana. Solitaria y bella. Ahora sabemos quien es aunque tal vez ella no se acuerde.
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