sábado, 8 de enero de 2011

El Terry

Una historia sólo tiene el valor de ayudarnos a comprender. Tal vez, al ser cierta, nos mueva algo que parecía olvidado, algo que innominado, se mostraba en una tarde de lluvia o en una noche de insomnio. Algo que parecía muerto dentro nuestro y de golpe ,aparecía con toda crudeza, una imagen borrosa, un sueño que olvidamos al abrir los ojos, aunque intentamos en vano reproducir, de golpe como un cross en la mándibula, nos mostraba la realidad. No importaba el tiempo, ya que la ausencia se ocupaba de las sombras, aquel desván en donde se acumulan los cachivaches dolorosos de la infancia. Y allí estaba el Terry, el perro de nuestro padre. Un invencible perro amarillo, el pascual pérez de los perros. El perro con la bondad del que sabe donde agredir y morder con ahorro de sangre vana.
Como olvidar las lamidas en la cara, el salto acrobático para morder un pedazo de lo que sea en el aire, la destreza y sus bellos ojos dorados.
Papá se fué. Ya no recuerdo.
Nadie supo del Terry que se fué detrás de él, más fiel que nosotros. Emisario en busca de su amo, nunca volvió.
Aún, en sueños lo espero.
A veces pienso que encontró un hueso en el olvido.

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