domingo, 9 de enero de 2011

Egle


Egle tiene en la voz algo que se parece al recuerdo. Cuando canta, hay algún sonido del alma y si el alma cantara, sería una mujer como Egle o Myriam Makeeba. No hay muchas así, alma que canta y recuerda ese lugar como el chorro de agua, que se aparece en mis sueños. Agua de manatial, voz de las Brujas que nos evocan el ámbito materno, voz entremezclada, voz de río en las noches de la infancia. En Campo Quijano mi abuela tenía una casa, el fondo daba a un pedregal que era la extensa vera de un río. Un desierto de piedras esperando la creciente que las ayude a continuar su viaje. Cuando la siesta, el murmullo del agua sonaba tan lejos entremezclado con el de las chicharras o el de los pájaros en celo. Pero por las noches, cuando el silencio llenaba el aire y los objetos del cuarto perdían las formas, el canto se acercaba. El agua emergía en la noche acercándose a mi ventana.
Así me pasó anoche al escuchar esa voz de río y de sueño.
Y por un rato fuí un niño perdido, entregado a mi nostalgia.

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