lunes, 7 de septiembre de 2009

tirabuzones

El vino, viejo compañero del silencio, suele evitar las herejías. He visto tantas afrentas a su sedosa estirpe, que muchas veces ante tanto sacrilegio, indignado, me retiré de reuniones, donde se servía con hielo y en vasos de cartón. Un viejo López, no merece ese agravio y qué decir de aquellos millonarios, que beben y mancillan los honores de los Rutini y los Catenas, desaprovechándolos con agua, qué calamidad.

Pero si hay un objeto que delata a los sacrílegos, este se llama tirabuzón. Sí, este tan útil instrumento, lo es para los buenos bebedores, que saben y conocen la liturgia. Hay algo similar en los buenos cigarros. El tirabuzón y el vino tienen una comunicación, que solo con el paso del tiempo, y los fracasos uno puede detectar. Cuantas veces ante la falta de un buen tirabuzón hemos recurrido al tramontina y terminamos derrotados, hundiendo nuestro índice, rompiendo el himen, llamado corcho y salpicarnos pantalones de buena calidad.

Hay tambien sacacorchos, que tienen como dos bracitos y que a medida que uno gira van subiendo sus alas para arriba, luego como sabemos, bajamos ambas y destapamos, casi sin darnos cuenta esa buena botella que hemos de beber.

Pero es una operación que tiene algo de asepsia, y que no nos permite el disfrute total que nos dá un verdadero tirabuzón con forma de té, ese es el medium que nos acerca a la sublimación de tomar un buen vino.

Y en ese sentido quiero contarles que los he visto, sí, con su víctima de alcornoque, el corcho, ensartada y en distintas posiciones. El buen tirabuzón debe ser un objeto simple, con cabo de madera que nos permita hacer una profunda pero casi invisible incisión en la carne , el hímen, que nos separa del placer. Y para eso; en nuestra operación, cómo no escuchar ese pluc!!! que precede al ritual de beber un gran vino.

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