viernes, 4 de septiembre de 2009

Ciclista

Veo un hombre que lleva a su mujer sobre una vieja bicicleta. Tendrá más de sesenta y la mujer vá sentada en un asiento construido en el manubrio. Aferrada , como si temiera caer. le habla con dulzura como animándola Van por la calle, se alejan. Pienso en la fuerza de las piernas cuando se monta y dá el primer envión. Se alejan, despacio vacilando, hasta que adquieren un ritmo uniforme y se funden en la distancia. Me imagino el fin del recorrido, la casita en una calle polvorienta, recien pintada. Al llegar, debe tomarla entre sus brazos, sentarla en una silla. Cerrar tras de sí la puerta luego de entrar también su bicicleta: No creo que en ese hombre haya una queja, un reproche por lo que le toca.

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