lunes, 21 de septiembre de 2009

Mi primo Juan

Las manos no correspondían con ese cuerpo macizo, algo pequeñas y blancas, manos para escribir y soñar, para suavizar palabras . Me recordaban a las manos dibujadas por Miguel Angel, ese índice de Adán, tocando el botón, el timbre que nos abre la puerta del cielo. La camisa blanca arremangada hasta la mitad del antebrazo, camisa de vestir, de primer traje que intercambiaba con su primohermano Jaime para las fiestas de quince, aunque Jaime fuera un poco más flaco y alto tan buen mozo como él, al decir de sus admiradoras, más ligero wing tres cuartos, hábil para esquivar la torpeza del tackle. Juan en cambio era el ala, el que se arrastraba rompiendo piernas, el que terminaba con las rodillas embarradas. Pero Juan era el más grande, el propietario del nombre de mi abuelo, porque era el mayor de los primos. Cuando surge su nombre, se me aparece él y su ser se transforma en algo que uno quiere contar y no puede del todo una imposibilidad técnica de relatarlo porque era más en sí mismo en su invisibilidad que en la descripción de sus apariciones.

"No es nada tía", le decía a mi madre, tenía la frente ensangrent:.ada" fué solo un tronco que estaba bajo el agua", porque el río había crecido demasiado ese enero en Salta, después de Reyes, cuando la casa se llenaba de primos y nos íbamos al río y los más valientes se tiraban desde un árbol, de cabeza, en un concurso de temeraria inconciencia. Desde lo más alto Juan se tiró al pozo sin sopesar el peligro, dijo Jaime, ese río que parecía tan manso antes de la lluvia, ahora bajaba banda a banda hachando los costados, arrastrando troncos y piedras y todo se mezclaba bajo el agua chocolate, todo lo posible.

Después de estar entre primos, en unos pocos días, Juan se mimetizaba en una totalidad donde nos mezclábamos hasta conformar una banda de poetas improvisados. En la casa, que llamábamos la veinte, porque éstaba en la calle 20 de febrero, estaba la matriz, allí las paredes transpiraban un lenguaje propio, que intentabamos descifrar en el crujido de la pinotea las noches de insomnio donde alguien creía ver fantasmas y aparecidos. Donde las mariposas nocturnas chocaban contra el cieloraso.

Tras algunos años, ya en Buenos Aires, fuimos a veranear a Pinamar, en el auto lleno ; Juan iba sentado en el asiento de atrás. LLegamos la madrugada del primero de año, en plena sudestada, fuimos directamente a la playa a ver el amanecer, todo era de arena y viento, y el mar bramaba. Juan en calzoncillos, corrió y se hundió entre las olas desapareciendo por un rato, luego regresó hacia nosotros, como el Bautista dijo mi padre, loco y sagrado.
Hay dispersas en mi memoria visiones de Juan Carlos, cómo trataba a su madre de tú, él que trató de comprender la historia de amor de su madre con el hermano de su padre. Epoca en que formaban una curiosa familia entre primos hermanos, mezclados en el caldo espeso de esa historia densa digna de un relato shakespiarano y sin embargo todo sucedía como si la normalidad adquiriera otras formas, tan diferente a las convicciones burguesas.
-Hola primo, me saludó desde la calle, era noviembre del 74, su rostro envuelto por la lluvia, yo estaba sentado junto a la ventana en el café La Paz, eran como las 11 de la mañana, tenía la cabeza cubierta por un anorak azul. Entró, nos abrazamos, ahora ya era de su tamaño y sentí el olor inconfundible de su cuerpo, olor de par, de la inconciencia de la sangre. Le comenté "Bizancio como un flojo cognac dentro de mí", Vallejos, dijo y se sentó quizá de tal modo como si por primera vez me viera , como si siempre hasta allí, me recordara mezclado entre los demás primos. Observé sus manos, allí sobre , la mesa, intactas y blancas .
Me acuerdo, me dijo, cuando vimos la Ni Vencedores ni vencidos , el despelote y la esperanza, fué hace menos de un año y ya todo está tan desgastado. Tenés que ver Aguirre, es increíble el comienzo es tan hermoso y triste ese final, ese Kinsky mounstruoso y solo, sabés primo? los Dávalos tenemos algo de eso, era fines del milquinientos estaba loco y remonta el Amazonas buscando la ciudad del oro. la mayoria de los actores son aborígenes vestidos de europeos, irrisorios y reales. Es la esencia de la conquista y de la locura de nuestros antepasados, al final llega a la desembocadura del Amazonas en una balsa llena de ratas pero no lo sabe.Este Herzog es inmenso, creo que me dijo .
-La veré, te lo prometo, luego hablamos de mi hermano, Balta está loco le dije
-Todos lo estamos, querido primo.
Quedamos en silencio mirando la lluvia cómo caía sobre el pavimento de corrientes, más allá del kiosco y de nosotros.
Unos días después mi primo fué asesinado por la triple A.

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