jueves, 10 de septiembre de 2009

EL GRAN PEZ

sabes, una vez me sorprendio la noche y tuve que andar como perdido por el monte. LLevaba una tropilla de peruanos, por el cauce del río de Salta a Luracatao. Tardaba alrededor de tres días, en llegar. Tenía diecisiete años, y ya empezaba a pintar mis primeros cuadros, me gustaba en las vacaciones, andar, por ahí y era una experiencia eso de arrear una tropilla y ver cómo se mostraban los cerros a medida que avanzaba, lento, sin apuro, los caballos se juntaban solos como si obedecieran a una orden secreta. El primer día me costó un poco juntarlos como si se rebelaran al viaje, pero este segundo día, luego de dormir con la cabeza apoyada a la montura, me desperté y me propuse andar veinte leguas, río arriba. Fué un día de puro sol, llevaba charqui, pan y agua en una bota, fresca, agua que llegaba mansa de las vertientes, y que calmaba esa sed que uno tiene en la juventud. Así anduve hasta que me sorprendió la noche sin saber deonde me encontraba. A lo lejos sobre un promontorio, ví lo que parecía una construcción, oscura contrastando con la semioscuridad, un edificio extraño, demasiado grande para ser una casa. ´Desmonté y empecé a subir con bastante dificultad por un camino escarpado al llegar me encontré con un enorme portal, abrí las puertas y para mi sorpresa me encontré con una Iglesia abandonada, sí a medio construir, como si se hubieran arrepentido o vaya a saber qué cosa. había algunos bancos, un púlpito, y un techo a medio construir. En silencio de media vuelta, monté y seguí viaje. Desde ese momento, la sueño e intento pintarla, nunca pude saber si fué una alucinación, porque aunque varias veces en mis viajes al valle, traté de ubicarla, no pude.
Mi padre, me contó eso alguna vez, y nunca vió el Gran Pez. Pero pintó Iglesias imaginarias inspirado por DeChirico y por él mismo:

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