viernes, 18 de septiembre de 2009

Espartaco

Cierto escritor, menciona que los hechos son irrepetibles. Tal vez por eso uno los recuerde como remembranzas de una realidad que se nos escapa. Aquel pavo me izo retroceder, sorprendiendome . Abrió sus alas, y emitiendo un sonido estridente, se me acercó, como para atacarme. Un terror me arrastró y caí a la fosa, de espaldas, para mi estatura de seis años, era una caída larga demasiado larga en medio de la siesta.
Mi hermano y yo, no sé como, cruzamos la pared medianera e invadimos ese terrirorio desconocido, el aserradero en busca de aserrín, con él haríamos una pista para un circo. No importa cual sería el número, necesitábamos material y allí lo conseguríamos. También nos proveeríamos de madera para hacer las espadas como en Espartaco, yo lo seré, me dijo, vos Cayo Craso. Todos los días escuchábamos la sierra tras el muro, el posterior olor a madera herida, perfume de árbol, fresca y blanca. Luego el ruido de los tablones murmurando como si al apilarse recuperaran la memoria, eso me decía mi hermano, en el fondo de la casa, esa casa llena de poetas. En la película, el actor moría crucificado por su rebeldía, no haríamos esa réplica sólo la del entrenamiento y el plan ya estaba ahora trazado. El aserrín, llenaríamos el fondo de aserrín, por eso estábamos en el aserradero y yo caí en la fosa, nos descubrirían, pensé, si gritaba para pedir auxilio. Abrí los ojos, desde el fondo ví la cara de mi hermano, me ayudó a salir, lloraba en silencio, me costó mucho subir la pared, luego supe que tenía fracturada la muñeca. si te callas, me dijo, serás Espartaco.
Le dije a mi madre que me había caído de la bicicleta, luego hicimos el circo y el yeso me sirvió para protejerme de los golpes de la espada de madera

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