lunes, 20 de enero de 2014

memoria de un testigo

Era como andar por la noche a media luz. Aunque fuera una tarde de 1976 nos llegaban los gritos de cualquier cuadra. La ciudad era larga, ir de un lado al otro evitando los piquetes policiales, no saber la hora de llegada. Leo sobre la muerte de Juan Gelman y su fuerte militancia del converso. Un judío  converso, así llamaba mi padre a su amigo tambien poeta Jacobo Régen. Pero era un converso y el converso tiene una pasión que proviene de ese estar casi siempre en el lugar equivocado.
Mi novia tenía sus hermanos y luego de un tiempo me contó que todos eran montoneros, cuatro que habían sido cinco. Uno había quedado en el camino cuando era niño.
- esta me la tomo si me agarran.
Dijo el Gringo mientras me mostraba una capsula envuelta en papel de chocolate.
-cianuro.
Recién lo conocía, era el mas chico de los hermanos pero militaba con el grado de teniente. Era una tarde de mayo y estábamos en un enorme y antiguo piso en la esquina de Córdoba y Carlos Pellegrini. Por la ventana se veía el cartel de Exedra. El gringo parecía un loco, tenía 22 años y una barba rala le ensuciaba la cara.
Luego llegaron los otros hermanos yo presenciaba una junta familiar. Eran mayores, dos medalla de oro en la facultad de medicina, los otros incluido el gringo apenas habían terminado el secundario.
Y yo escuchaba cuando sacó la pistola y se la puso en la sien.
-pum¡¡¡
Estaba con la pistola apuntandose a la sien.
- siempre fué un loco - dijo el Gordo.
-de aquí no zafás- dijo el gringo- o te jugás.
-yo me voy - dijo el gordo
-si te vas te matan-dijo el gringo
Luego habló Joaquín uno de los médicos, el más grande.
-nosotros nos vamos a España, ya está todo arreglado.
-y la gorda?
Así le decían a mi novia que tenía dieciseis años.
-yo me ocupo- dije

En Junio el gringo cayó en un enfrentamiento junto a un grupo en Vicente López. Recuerdo que un sábado nos reunimos en un restaurante de la calle Rodríguez Peña. Era un día frío pero con sol. Los hermanos de mi novia se fueron a España. Luego ella se iría en 1981 cuando River jugaba una final con Ferro y la ganaba con gol del colorado Vieta.  La ví subir por la escalera mecánica mientras me saludaba con un brazo en alto yo regresé en el colectivo 86, sin saber que había hecho mi parte.

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