lunes, 20 de enero de 2014

Gritos del pasado.

A tientas. Al final uno se acostumbraba y entonces se podía andar. No había recetas solo se hacía lo que se podía mientras las noticias llegaban difusas. La masacre se perpetraba de noche, no se animaban a hacerlo a la luz del día. Los muy cagones tenían miedo de que se los identificara, entonces se robaban un auto o con el falcon provisto se dedicaban a la cacería y al robo. Hoy camino por Montes de Oca y veo el nombre en una baldosa de mármol. Fulano de tal muerto y desaparecido en noviembre de 1976. Me gusta poner los números en claro las fechas nos envían a la densidad de un momento.
- te vamos a matar.
alguien me lo dice con voz fingida al oido, alguien que no sabe quien soy y que cumple el mandato de amenazarme. La gestíon de la causalidad , la comparación solo vale para mí. De vez en cuando recibo esa llamada y no me acostumbro.
A veces creo que es irreal, que nunca ocurrió. Me niego a que un hecho vulgar, como el adulterio, tenga como contrapago mi vida.
Alguien nos piensa, sabe nuestro nombre y hasta detalles mínimos. Demasiada información para una venganza
Es enero de 2014 y camino por Barracas. A tientas aunque el sol y el aire y la térmica apague la voz de los acondicionadores de aire. Revivo épocas pasadas, errores, apropiacion de vidas. Uno se acostumbra a estos pormenores a depender de la voluntad de otro que se conforma como si pudiera enmendar su dolor.
Tropiezo de nuevo con la baldosa, con el nombre.
A tientas imagino la larga noche, el suplicio, la soledad.
La amenaza tiene otro cometido. Es como un eco. Esta ciudad tiene registros que si nos sentamos a escuchar podemos percibir casi sin horror, los gritos ahogados del pasado.

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