Acabo de leer que un hombre cayó al mar mientras arrojaba las cenizas de su esposa. Fue en Mar del Plata iba con su pequeño hijo por la escollera y una enorme ola los arrastró como si fueran dos muñecos. Repaso la triste historia, viudo Hugo Montenegro se mudó a la ciudad y acaso a pedido de su difunta siguíó el mandato, tal vez el imán para atraer ese furioso abrazo fueron las lágrimas que lloraba su alma.
Alguien me contó que las cenizas que nos entregan, son falsas.
No lo creo.
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