-uno no sabe - dijo la mujer y bajó la mirada.
En la pausa , se podía oír el suspiro del aire acondicionado. Habíamos estado hablando sobre un seguro de vida y ahora estaba, por fin, callada.
-la vida- dije- cuanto vale?
-todo tiene un precio- Aún era hermosa. Allí sentada me miró de frente.
-Si me muero.
-Usted lo paga, lo importante que tenga buena salud.
-Entonces no me muero- sonreí.
Me acordé de Minguito. "Sheguro, mientra pagá no te morí".
-No tiene precio- dijo- si usted supiera cuando lo haría ya mismo.
-morir?
-Nó, hombre, comprar. Ya me pasó con un señor que compró.
-Se murió.
-Nó, estuvo a punto. Un accidente y se salvó de milagro. Eso fué hace tres años cada aniversario me manda un regalo. Tengo suerte, nó como una colega.
Miré el reloj sobre el escritorio, habían pasado cuarenta minutos. Recordé que me dijo que necesitaba cuarenta y cinco minutos cuando arreglamos la entrevista.
A las once en punto se presentó en mi escritorio. Tenía un traje beige y no pude dejar de mirar sus piernas. El aire de la oficina se llenaba de una sensación extraña. Desconocí mi voz perturbada.
-No se ponga nervioso, hombre- dijo- siempre pasa- uno se sensibiliza.
No entendí. hasta que empezó a hablar sobre la muerte y la posibilidad de contratar un seguro de vida y me miraba a los ojos como una serpiente.
Ahora me contaba de que su colega no tenía suerte. Que casi todos los hombres que le habían comprado estaban muertos.
-Ella también recibe regalos. Viudas agradecidas desde Cancún o París- sonrió- usted tiene suerte.
-Bueno me covenció- le dije.
Me extendió sonriendo el formulario.
-Firme.
Luego se levantó y caminamos hacia la puerta.
-Ha sido un gusto señor Dávalos. Espero que me llame.....
-Yo tambien- dije
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