viernes, 7 de septiembre de 2012

MAR DEL SUR

Me gustó el lugar, imaginé mis últimos días caminando por la orilla del mar, sobre esa arena arisca de Mar del Sur. Una casa no demasiado cerca para que sus puertas no sufran tanto los embates de la sudestada. Entonces compramos un terreno cerca de la iglesia en una zona habitada todo el año. Este pueblo es un fantasma con sus pequeñas casas con caracoles y mioporos, el sonido del mar recorre largas distancias y envuelve los sueños, los hace blancos e inverosímiles. Mezcla de los deseos de las musas, duermevela en la intensa soledad, cerca Breccia imaginó el soñante un fantasma que recorre el pueblo y espera que algún barco lo lleve a su destino final. Entonces compramos el terreno a un miembro de la familia más vieja del lugar, descendiente del hombre que construyó ese enorme hotel abandonado antes de nacer e imaginamos una casa. Sin embargo, el diablo metió la cola, otra pareja compro lo mismo y en dos meses construyó de manera clandestina una pequeña casa. Ahora, como quien no quiere, me dedico a pleitear sobre nuestros derechos y de a poco me voy rompiendo hasta que un buen día, resuelto el caso, me quede solo el recuerdo de lo que nunca fué.

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