martes, 20 de marzo de 2012

la señorita

Hace calor, busco el amparo de alguna sombra sobre la avenida Santa Fe, ahora doble mano. Extraño otras épocas menos ruidosas que esta tarde de marzo mientras espero el 150 colectivo que se demora más de la cuenta, como siempre. Hace dos días la presidente inauguraba las sesiones del Congreso y luego de una larga exposición sobre los logros del modelo elevó el tono para dirigirse a los docentes amonestándolos por el paro.
Cuando era chico e iba a la escuela, el primer día de clase la directora leía un discurso en el patio que nadie entendía. La directora, uno solía verla de vez en cuando pasear por el patio haciendo revista en las aulas. Cuando entraba, la señorita, que así le llamábamos a nuestra maestra se ponía nerviosa y nos aconsejaba guardar silencio. Era un pacto que acaso la directora sospechara y que la predisponía contra nuestras maestras. Sí, eran muy distintas, la directora tenía un auto nuevo y la señorita nó. Jamás ví a la directora con guardapolvos y solo se quedaba raras veces hasta más tarde. En cambio la señorita se llevaba las pruebas para corregir en su casa y puntual al otro día nos daba la nota.
Después de muchos años, curiosamente uno de los hijos de nuestra directora, fué ministro del interior de Carlos Menem. Entonces, cuando lo veía por la tele, siempre me acordaba de mi señorita. Mi mamá fué señorita y después de muchos años llegó a ser vicedirectora de una escuela de los suburbios. A veces debía mojarse los pies para cruzar un riacho para ir a dar clases a la pequeña escuelita. Jamás manejó, siempre de a pie puntual con su guardapolvos impecable. Mi vieja era radical y nunca saltó el charco.
Ahora me subo al colectivo y casi a los empujones llego al fondo. Hay una mujer joven con guardapolvos y a su lado dos niñas y un chico que no tendría más de ocho años.
- Cuanto gana?
El chico mira a la mujer.
-no tengo porque decirte- le contesta
-vamos señorita como diecisiete mil pesos, eso dice Cristina.
-no seas atrevido.
La conversación es seguida por todos un hombre sonríe y me mira tapandose la boca.
-si usted ganara eso- dice una de las chicas-no viajaría en colectivo.
Me tiento a contarles la historia de mi infancia pero me callo, duele un poco estar callado cuando alguien amonesta mientras otros aplauden.
-los del congreso esos sí que ganan bien - dice el chico.
Me hubiera encantado seguir pero tengo que bajar en bartolomé mitre a encontrarme con el poeta edwars.
Mientras el colectivo se aleja veo la nuca del niño y la maestra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario